Desde el primer festival del libro piurano en 1958 se han intentado varias iniciativas en favor de la lectura, pero no suficientes para un cambio en la tendencia agónica de la cultura letrada local.
Por Carlos Arrizabalaga. 03 mayo, 2019.La Municipalidad de Piura organizó el año pasado una pequeña feria, Landy Arrunátegui ha organizado ya varias con un éxito creciente. La plazuela Salaverry podría ser un pequeño pero ameno lugar de encuentro. Hay que destacar el esfuerzo que protagoniza Alberto Machuca por promover bibliotecas escolares y denunciar el triste episodio ocurrido en enero, cuando el alcalde de La Huaca, Juan Carlos Acaro, ordenó cerrar la biblioteca del distrito y retiró los libros (más de dos mil) para utilizarla como oficinas.
La evolución del libro piurano ha seguido un poco el éxito o fracaso de las librerías locales, historia que ha sido muy bien investigada por Juan Carlos Adriazola. El crecimiento económico parece animar algunos libreros en la ciudad, pero apenas se compran libros que no sean del ‘plan lector’ o regalos para niños. La nota dominante es que cada autor, como en tiempos de Ricardo Palma, publica sus libros como puede y, al punto, todos sus amigos y conocidos, como es costumbre, esperan recibir su ejemplar de regalo. Y, dedicado. Se enfadan si no lo logran. Otra opción es juntarse para costear juntos una edición, y entonces cualquier cosa puede ser. Lo cierto es que pocos, muy pocos compran libros.
El piurano aprecia un buen cebiche, pero, por lo general, no un buen libro; además que se llenan de polvo. Si compra uno, mejor que sea baratito. Y luego se bota. El piurano de fiesta se compra terno, manda hacer vestidos, alquila equipo, paga taxi, compra pasajes, regala a todos; pero no se compra un libro ni para el examen, un diccionario ni hablar, ni prestado de la biblioteca. El mejor amigo del estudiante es la fotocopia.
Literatura piurana y regional
Conviene recordar entonces los varios esfuerzos positivos que se han hecho en favor de la lectura, como el Festival del Libro. En 1958, se publicaron, con el cuidado de la editorial Minerva y en formato sencillo, Tierra Embrujada, de Francisco Vegas Seminario; Cuentos de Rómulo León Zaldívar; La atrapadora, de Miguel Justino Ramírez; De mi Casona, de Enrique López Albújar; Albores y Destellos, de Carlos Augusto Salaverry. La sétima entrega, titulada Prosistas piuranos, incluía textos de Víctor Eguiguren, Ricardo Pastor y Luis Clark.
Muchos años después, el alcalde Aguilar promovió las publicaciones de Colección Sec, que incluía no solo literatura regional (destacan los cuentos de Vegas Seminario y la antología de poetas piuranos preparada por Miguel A. Varillas), sino también el estudio que hizo Pina Zúñiga de la música y danzas de Piura o las crónicas de David Gallo Varillas, entre otros.
Años después, la alcaldesa Ruby Rodríguez retomó ese empeño con un fondo que fue mezquinamente interrumpido. No se llegó a publicar en ningún caso Matalaché, porque no se arregló el pago de los derechos de autor. Enrique López Albújar (1872-1966) y su novela retaguardista (impresa en los talleres de El Tiempo en 1928), fue el inicio del libro norteño. Basada en un cuento de Ricardo Palma, ofrece un relato tremendista de denuncia social con trasfondo de novela histórica que es un símbolo de Piura.
Genaro Maza, Carlos Espinoza León…, la literatura piurana quedará definitivamente marcada por la obra de Vegas Seminario y su versión norteña del indigenismo. Influido por Ventura García Calderón, elabora una personal visión de venganza y las pasiones de campesinos del Bajo Piura, caracterizados por un fuerte sentido del honor, arrebatos súbitos de violencia y cierta ataraxia en su tono vital.
Algunos de sus personajes adquieren cierta perspectiva, señores de un mundo estático que desafían el poder del hacendado. Diplomático en Europa, publica en París “Chicha, sol y sangre” (1946), colección de catorce relatos, algunos de los cuales salen luego en Entre algarrobos (Lima, 1955). Vegas fue longevo y publicó hasta diez novelas, algunas de carácter histórico, aunque las mejores son las de tema telúrico: Montoneras (1953) y Taita Yoveraqué (1956), ambas premios nacionales de novela.
Algunos relatos suyos salieron en la revista Piuranidad y recibieron el comentario de Luis Carnero Checa en la Revista Piura. La dictadura velasquista acabó con esta vida cultural. Los miembros del Grupo Literario y Artístico Piura (GLAP) también sacaron luego su propia revista, en condiciones más precarias. Grupos recientes como Tacreli, Magenta o Plazuela Merino han brindado algunos boletines, también efímeros. El caso más notable es el de Houdini Guerrero con Sietevientos, revista que va a alcanzar tres décadas con 32 números publicados.
Además de los Juegos Florales que organizó la Universidad de Piura (1970-1973), el Concurso Regional de Cuentos que organizó Sinamos (1973), y el convocado por el INC-Piura (1981), cabe señalar los premios del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca). A través de Radio Cutivalú, el Cipca emprendió una campaña para promover la cultura regional publicando obras. Convocó un concurso anual de mitos, cuentos y leyendas piuranas, que comenzó con extraordinario entusiasmo pero que, como suele pasar, se desvaneció pronto.
En la tendencia costumbrista destacan las estampas de la sullanera Dolores Cruz de Acha (1915-1972), representadas en kermeses o en verbenas de fin de año. También representan “El engaño” y otros relatos de Jorge Moscol. En 1966 el Colegio San Miguel publica un librito mecanografiado con tres “Cuentos piuranos”, con prólogo de Estrada Morales, quien atinó a destacar la mayor capacidad narrativa de Moscol.
Luego de esta primera antología vendrían otras: “Cuentos piuranos” (1976), preparada por Guillermo Burneo Cardó; Antología del cuento piurano (Piura, Petroperú, 1982); “Ocho narradores piuranoss” (Lima, Lluvia editores, 1988), de Houdini Guerrero que trae cuentos nuevos de Cronwell Jara, Christian Fernández, etc. Victoria y Carmen Torres Celi, con Audelia Ubillús Navarro publicaron al año siguiente “Selección de cuentos piuranos” (Piura, Cipca, 1989). Es la única antología hecha por mujeres. Wilmer Rojas hizo la selección de “Textos literarios regionales para Educación Básica Regular” (Piura, 2009). Y no hemos mencionado todos.